Conóceme mejor
Soy psicóloga, emprendedora digital y enamorada de mi profesión. Mi otra pasión es el café.
No puedo decir que siempre quise ser psicóloga, que estaba predestinada a esto y que mi recorrido ha sido en línea recta hasta llegar a donde estoy.
Más bien el camino ha estado lleno de baches, curvas y cuestas, pasando por diferentes estudios y experiencias personales para darme cuenta de que quería dedicarme a la psicología. No te voy a engañar, una gran motivación fue el autoconocimiento. Vamos, aquello que se dice de que los psicólogos estamos locos y estudiamos psicología para arreglarnos, pues en mi caso el mito aplica.
A mi favor diré que no sólo me motivó la necesidad de saber sobre la mente y el comportamiento humano para, egoístamente, encauzar mi vida, porque puedo afirmar que realmente vivo la profesión como algo vocacional. Acompañar a alguien y ver que se sobrepone a su malestar y florece me resulta un evento tan extraordinario que refuerza mi convencimiento de que elegí el trabajo perfecto para mí.
Ojo, spoiler autobiográfico
Cuando terminé el instituto y tuve que decidir qué hacer con mi vida, estudié para ser TCAE (Técnica en Cuidados Auxiliares de Enfermería). Fue una época dura y que me marcó. Las experiencias vividas me hicieron respetar más la vida, porque si algo tiene ser sanitaria es que te abre bien los ojos y te dejas de tonterías.
La cuestión es que muchas veces observaba a la psicóloga que valoraba a los pacientes y me gustaba mucho el efecto que tenía su intervención en ellos, empezándome a sentir incómoda en un sistema que no está organizado para que el personal de enfermería dedique todo el tiempo necesario a dar aliento emocional a las personas enfermas, causándome esto bastante frustración y haciéndome sentir desalineada con mis valores.
Paralelamente, la vida me ha llevado a conocer los claroscuros del amor, experimentando por mí misma algunas de las conductas del amor inapropiado; desterrando a marchas forzadas prejuicios sobre las relaciones de pareja. Pues sí, esta psicóloga es tan «torpe» y humana como cualquiera.
Tras el paso de los años y asentadas mis vivencias, junto a los conocimientos que me ha otorgado estudiar psicología, decido cumplir un propósito apasionante: ayudar a los demás a que se ayuden a sí mismos.
No dejo de formarme más allá de mi carrera universitaria. Hago cursos, másters, asisto a talleres y conferencias, leo libros, aprendo de los que me rodean y sobre todo, de quienes son mejores que yo.
Así veo todo este tinglado
Es habitual creer que en consulta solamente se tratan trastornos mentales y que las personas que acuden a nosotros están muy mal.
En mi caso, atiendo a personas que desean llevar una vida más plena, que sienten que pueden y deben vivir con sentido, que por distintas razones han perdido su brújula interna, no saben hacia dónde se dirigen y se sienten perdidas. Del mismo modo, trabajo con personas motivadas por el desarrollo personal, que quieren conocerse mejor y en definitiva, vivir una vida acorde a sus valores.
¿Mi especialidad? Sin duda, las cuestiones afectivas. Exploro y ayudo a las personas a modificar comportamientos que dificultan su bienestar, las paralizan o sumergen en círculos viciosos. Asimismo, intervengo en las dinámicas conductuales que desarrollan las parejas que hacen que la relación se estanque o se vuelva difícil.
El mundo de los afectos puede representar una de las experiencias más enriquecedoras. No obstante, el amor es para muchas personas una fuente de sufrimiento psicológico incesante. La relación que se establece con alguien nos puede llevar a la cumbre, así como a los recónditos bajos del infierno. Prueba de ello son las historias que voy recogiendo en mi recorrido profesional: traición, decepción, pérdida, angustia existencial, maltrato, desesperanza y patrones de dependencia emocional.
No dispongo de fórmulas infalibles (¿alguien las tiene?), no practico una psicología de humo, de positivismo tonto y de rascar en el pasado de los demás para encontrar traumas ocultos que expliquen todo lo que ocurre. Los psicólogos no hacemos eso, o mejor dicho, no deberíamos. Me baso en la evidencia científica, por lo tanto, intentaré darte alas y que vueles alto por ti mismo lo antes posible.
Así como los cardiólogos saben de corazones, los neurólogos de cerebro o los traumatólogos de huesos, los psicólogos sabemos de conducta. Saber el porqué de lo que haces y poder cambiarlo te permitirá tomar las riendas de tu vida y no dejar todo lo que te ocurre al azar o en manos de otros.